Entre las innumerables definiciones de diseño gráfico, una de las más esclarecedoras es la de la diseñadora y escritora estadounidense Jessica Helfand. Según Helfand, el diseño gráfico es un "lenguaje visual que aúna armonía y equilibrio, color y luz, escala y tensión, forma y contenido. Pero también es un lenguaje idiomático, un lenguaje de claves y juegos de palabras y símbolos y alusiones, de referencias culturales e inferencias perceptivas que desafían tanto al intelecto como al ojo.
Me gusta la definición de Helfand. Su primera frase es un resumen convencional del diseño gráfico; pocos la discutirían. Pero su segunda frase es contundente: alude al poder expresivo del diseño y a su intención superior. Ya de adolescente recalcitrante percibía la potencia emotiva del diseño gráfico. Ni siquiera sabía que existía el diseño gráfico, pero copiaba con cariño las letras de las portadas de discos, revistas, cajas de cereales y cómics. No copiaba otros elementos, sólo las letras. Me gustaba la forma en que las letras daban sentido a las palabras. Me di cuenta de que las mismas palabras en un tipo de letra diferente no eran necesariamente tan cautivadoras. Copiar formas de letras es una ocupación bastante común entre los adolescentes aburridos; parece tener un efecto calmante sobre las hormonas: Geoff McFetridge lo utilizó memorablemente como tropo de la juventud descontenta en su secuencia de títulos para la película de Sofia Coppola The Virgin Suicides.